viernes, 24 de diciembre de 2010
feliz navidad para mi
Hace más de una hora que aterrizó en mi terraza. Estruendoso y ordinario. Subí sin dejarme ver y me quedé espiando en el marco de la entrada, sobre la escalera.
Es tal cual me lo imaginaba, tal cuál lo ensoñé desde pequeña...torpe, exagerado, brutalmente rústico. Mal vestido, intemporalmente luqueado...Vientre enorme, brazos y piernas insignificantes, pelo largo y enredado, barba más larga aún, desprolija y alojando restos de comida. No sé si el olor nauseabundo es de él o de los renos, pero la vaharada se vuelve insoportable.
Se sentó contra uno de los muros, se sacó las botas y practicó unos cuantos bostezos desarticulados. Con la manga limpió de sudor su frente y se desparramó en la sombra que tira la planta de kiwi de mi vecino.
Bajé a mi departamento.
Elegí el mejor culotte, un soutiene de encaje , ligas y medias livianas . Me subí a mis stilletos de 20 centímetros...enormes y rojos también. Me solté el pelo y atravesé una cortina de perfume de BS. Pinté mis labios con un rouge caliente y filoso, me limpié los dientes y pellizqué mis mejillas.
Despacito, imperceptible otra vez subí la escalera.
Dormía.
Me acerqué chequeando que el profundo sueño continuaba...-pobre hombre,está agotado.
Me paré ante él con mis piernas eternas y tensas abiertas.
Bajé hasta enfrentarme a su cara.
Gotas transparentes, gotas saladas, miles de gotas recorrían mi espalda.
Sus ojos cerrados, su boca entreabierta.
Con mis brazos extendidos medí distancias hasta tocar su muñeca.
Lenta y deliciosamente abrí sus dedos con los míos, temblando.
Lo tuve entre mis manos, era mío...Con un solo y último movimiento, con prisa y sin hacer ruido.
Me deslicé escaleras abajo, cerré la puerta. Por fin, sola, frente al tesoro más valioso.
Su bolsa.
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