lunes, 28 de septiembre de 2015

brazo armado

Me declaro capitana  de este barco.
Me envuelvo en vestido negro de corsario flaco. Exprimo mi escote en un corset de cuero azul.
Enfundo mis piernas en botas bucaneras, andando en tacos.
Uso sombrero, ladeado, sobre mis rastas y mis enredos.
Defino mis labios en bermellón y limpios mis pómulos con los dorsos de mis manos engrasadas, con uñas negras y mal cortadas.
Me declaro capitana en la proa. Con voz alta.
Sin dudarlo.
Con la cara contra el viento y la burguesía que molesta y sigue, sigue molestando.
Como una se vuelve capitana en el amor...en voz alta y sin dudarlo.
Con la izquierda en alto y la derecha sujetando al corazón.
Porque una sabe, cuando es capitana, que la idea no se muere, pero éste que está entre costillas de mina, éste...puede fallar.
El fuelle de las capitanas es traidor. Por eso lo sujetamos siempre. Para tenerlo bajo control.
Las capitanas sabemos cómo y qué hacer. Excepto cuando se nos derrapa el corazón.
Me declaro capitana  de tu barco.
Así lo grito. Piernas abiertas y firmes ante tus ojos.
Me declaro capitana sin dudarlo.
Arremetiéndole a tus tormentas, a las mías. A las tormentas.
Me encaramo con destreza de hembra que anda en el mar. Te susurro que sonrías. Te muerdo hasta despertarte y obligarte a registrar el valor de estar vivo.
Cuando te convenza en relación a quién es el enemigo.
Cuando te vea embanderando de rojo y con enojo.
Y cuando en tus ojos, la duda de la muerte se disipe, cuando reacciones y te pares.
Cuando dirijas timones y cuerdas, velas y ganchos de metal hirviendo sin quemarte.
 Cuando garantices valentía, pasión y entrega por mi barco.
Ahí me arranco el corazón y te lo entrego.
Porque no tolero un corazón bobo... enamorado.


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