sábado, 13 de marzo de 2010

yo tambien quiero un fantasma



















Me la cruzaba cada mañana al salir de mi departamento y yo estaba convencida de que ésto era algo más que una casualidad.
Yo era lógica, muy lógica, casi hasta el extremo de pensar que era lógico jugar a creer en algo.
Por eso, ese martes no estaba atenta.
Vestía de gris riguroso, de gris el vestido, gris el pelo, grises sus ojos, gris sus zapatitos, gris su mirada, su voz, su piel, sus manos, su andar.
Yo me había dado cuenta de que hablaba sola...pero ese día me detuve en un detalle.
Cuando la mujercita miraba hacia su derecha, solamente en ese momento hablaba y sonreía con la mirada siempre fija en el asfalto.
A quién le habla? pensé por un momento y, como andaba con unos treinta minutos de tiempo para desayunar, me atreví a seguirla.
Tal como lo había deducido...le hablaba a alguien o a algo que a su entender iba a su lado.
Me convertí en una absorta testigo del diálogo, donde las frases se concatenaban con largos silencios de los que se disponían enormes respuestas.
La mujercita subió el tono de voz y entonó un reclamo reiterado, vehemente, furioso, extremo, desgarrador.
-Hoy me voy con vos!. Gritó.
En la ochava de la esquina un auto la interceptó y en milésimas de segundos subió a la vereda sin poder frenar, chirriando las cubiertas contra el asfalto.
Y yo lo vi.
Un hombre,translúcido, de andar quieto y acompasado la empujó hacia el otro vértice de la calle.El hombre que a diario la tomaba de la mano para recorrer la ciudad. El hombre en secreto. Su fantasma.
-Todavía no. Anunció. -Todavía no, mi amor.
La mujercita fue atendida por el servicio de emergencias urbano.
-No para de llorar, comenta el paramédico.- Y eso que no fue nada.
Preguntaron si había testigos de lo ocurrido.
Me senté en el cordón de la vereda y me miró. Lágrimas en carrera bajaban entre las arrugas. La miré y todo fue dicho. Sonrió y siguió llorando recostada en el hombro de su fantasma.

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