domingo, 2 de mayo de 2010

sálvese quién pueda


Con un corazón desnudo uno sabe que no se salva.
Voy a vestir mi corazón...
Si le pongo una camiseta de frisa blanca y un culotte y lo dejo en casa, escuchando a Salinas, tomando un café bien negro, tirado en mi sillón mirando la lámpara del piso de arriba...un corazón solo pero cómodo, para que no se inquiete, ni sufra ni se alegre, que no se conmueva ni mueva...un corazón casero.
O le pruebo un sospechoso conjunto en animal print, con ligas y medias negras, y le coloco botas bucaneras, con enorme tacos...y lo perfumo para que quebrante a quien lo escuche latir y lo dejo suelto, con la puerta bien abierta y dinero en el bolsillo, para que reviente en la noche con su tapado de piel ecológica...un corazón fiestero.
O mejor...lo disfrazo, de heroína. Y lo enfundo en un traje ceñido y de cuero negro. Le agrego stilettos y una capa. Antifaz...un corazón valiente. Y lo dejo que vuele, que detenga aviones, lluvias y trenes; que rescate chicos sufrientes que están en las terrazas de los edificios a punto de tirarse.
Pero es necio. No se deja vestir. Me peleo con él a golpes de puño, hasta hacerlo sangrar y lo arrastro hasta mi ropero donde hay cientos de alternativas.
Y se retuerce y dice que lo deje, que ya está, que quiere ser seguir desnudo para siempre.
Y me empuja como el hidalgo de lanza en astillero y me grita que me aleje, que es tarde, que la idea es que se note, que nadie se confunda...
Un corazón hecho trizas, noqueado en el último round.

1 comentario:

  1. creo que nunca lei algo igual a esto...y me sigo convenciendo que hay que seguir con el corazon desnudo, porque al fin de cuentas el no se quiere vestir, es asi de terco.
    muy bueno el blog! me encanto...no paro de leer

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