martes, 9 de febrero de 2010
protector solar
Me cuesta creer que un hombre se enamore.
Es un razonamiento poco válido porque de hecho en la literatura, el cine, la vida he visto a muchos hombres estrujarse por amor, hasta quedar secos.
Quizás es eso. Se secan pero se remojan enseguida.
Ella venía de una historia de estas.
Silvia era increíble, lo estoy diciendo de un modo literal...increíble.Mujer enorme de humor. Mujer con luz y fuego,adornada en caracoles. Mujer anaranjada.
El la había amado, la dejó de amar y, simplemente se fue.
Ella lloró, pateó, corrió, cayó, saltó,se entumeció, se apagó pero el sol nunca pudo abandonarla.
El sol siempre la esperó, confundido ante tantos intentos de aires, lunas,nubes.Pero convencido de que algún día podrían hablar de amor.
El sol se enamoró de Silvia, el sol.
Dicen que cuando ella se despertaba y preparaba su bandeja con mate y tostadas en la ciudad el sol se abría.
Dicen que cuando se bañaba la temperatura subía y un sol rojo volvía desierto las calles candentes, calientes.
Dicen que cuando caminaba en sus vestidos estampados y tacos bien altos el sol se ponía amarillo y se reencendía de rabia cundo algún hombre giraba y se babeaba al verla pasar.
Dicen que por las noches, a veces, salía el sol y Silvia estaba en el balcón.
Y tanto sol, y tanta luz y tanto fuego ella se dejó amar hasta que por la tarde se derritió.
Es que una mujer es capaz hasta de cambiar de estado, y para siempre.
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